miércoles, 4 de noviembre de 2009

Opinión : REFORMA LABORAL

Al principio de la recesión, cuando era tan solo una crisis cantada que se negaba, un amigo mío, asesor laboral él, me contaba el caso de una pequeña empresa cercana, típico de los tiempos, si bien nada tópico. Pyme de 10/12 trabajadores que se ve amenazada al cierre y obligada a un reajuste de plantilla para poder sobrevivir. Trabajadores y empresario que se reunen y de donde surge una propuesta. Están conformes en repartirse el poco trabajo que hay entre todos, aún bajándose el sueldo en igual proporción, antes que tres o cuatro compañeros vayan a la calle. Verdaderamente ejemplar. Se inician los trámites. Denegado. La legislación laboral del momento no permite tal supuesto. Se realizan gestiones sindicales. Nada, encogida de hombros. ¡Ah, sesiente..!, camaradas y camarados…

Pues bien, esa es precisamente, y no otra, la reforma laboral que desde la Ceoe, desde el gobernador del Banco de España, desde el el FMI, desde el BCI, desde Bruselas, y desde el cielo y el infierno se ha venido aconsejando e insistiendo que abordase el gobierno, como todos los gobiernos europeos. Ellos lo han hecho, y además bajando los impuestos. Paises de derechas y de izquierdas que hoy están saliendo de la crisis. Pero aquí se ha mentido diciendo que lo que se persigue es el despido libre, o el abaratamiento de ese mismo despido, o no sé cuantas falsedades más. Los malos de la peli dixit. Se ha manipulado la realidad y se ha torcido lo que solo tenía una clara lectura y un recto sentido: adecuar el mercado de trabajo a la demanda, y además, coyunturalmente, hasta la superación de la crisis. Una demanda que, encima, está directamente sostenida por los que aún ostentan puesto de trabajo. O sea, la recesión produce paro, el paro hace caer el consumo y el consumo produce deflacción, que, a su vez, produce más paro. Así que aquí se suben los impuestos dirigidos directamente al consumo (Iva), y así retroalimentamos la rueda del desastre. Pero los culpables, claro, son los que quieren acometer una reforma laboral.

Ahora, después de perder más de un año instalado en el más ciego empecinamiento, presumiendo de un progresismo de pose, cuando se ha visto claramente que la ya manida reforma laboral solo se la consienten a los poderosos – véase caso Opel y otros – y que usan la bajada de pantalones con los fuertes y la intransigencia con los débiles, cuando su manoseada política protectora de la clase trabajadora es más de guardarropía que real, ahora, cuando se les ve el culo y se les va la economía de las manos como una hemorragia ya difícil de contener, viene el ministro del ramo, el jodío, y suelta que el gobierno, preocupado por la seguridad de los trabajadores y las prestaciones sociales, como siempre, va a estudiar una flexibilización del mercado del trabajo adecuándolo a la situación actual. O algo parecido.

Esto es, como les cuesta reconocer que todos llevaban razón menos ellos, y que han metido la pata hasta el ombligo, pues se disfraza, se retoca, se maquilla y se cambia el nombre a la cosa para que parezca un invento propio del descubrimiento de todas las américas, y se empieza a asumir tímidamente lo que se les ha dicho hasta la saciedad, incluso contrastados cofrades de filas como Solchaga, o Leguina, o tantos otros grandes clásicos de la música socialista.

Y es que el calor del pesebre condiciona el normal raciocinio que debe imperar en los estadistas. Mucho más si son más arribistas que de casta. Y aún más todavía cuando fuera hace cada vez más frio. Pero el tiempo tiende a empeorar, y hasta a los esquiladores se les está acabando la lana. Y aunque las ovejas se están convirtiendo en borregos, donde no hay tampoco queda…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ – miguel@settgrup.es